LOS ANCIANOS CUANDO HABLAN SOLOS
Alexander Nous
Los ancianos cuando hablan solos, no lo hacen porque estén locos. Realizan un acto que todos deberíamos ejecutar en algún momento: Conversarnos, decirnos las cosas a nosotros mismos, antes de divulgarlas. Tal vez muchas decisiones no serían erradas. No es lo mismo pensar una idea o situación a decirla en voz alta y escucharse. Los ancianos cuando hablan solos, no requieren de público, porque se están contando el pasado o planificando el breve y cercano futuro. A veces, en parte sabemos lo que se cuentan, en otras están tratando de modificar, al menos en palabras, el resultado de algún hecho perdido en el tiempo o finiquitar algo pendiente. Y es por ello que se lo repiten incansablemente: no debo olvidar que mañana voy a… Mañana que nunca llegará. En el fondo de su ser, deben intuir que su tiempo aquí está por concluir. ¿Entonces, qué les queda? El pasado, como única realidad tangible, tan sólo en sus mentes, en su mirada perdida en un punto que nosotros no podemos ver; en el recordar lo que aún queda de ese libro abierto de resquebrajadas y amarillentas páginas que se van desojando lentamente. Pasado que es traído al exiguo hoy a través de la palabra.
Los ancianos cuando hablan solos, no están locos, vuelven a ser niños. Los niños se hablan y se cuentan lo que ven y como lo entienden a base de la información que traen y de la que ya están empezando a incorporar; con ello se hacen una visión general de su entorno… Llenan el tiempo que les falta para ingresar con todas sus facultades activas al medio en que se encuentran, la vida.
Y los ancianos, ¿qué hacen? Recrean sus historias, tratando de dejarlas lo mejor adaptadas a la escena final; juegan con la fantasía de cambiar el pasado… Llenan el tiempo que les falta para retirarse del escenario de la vida.
Los ancianos, no están locos cuando hablan solos.
A medio otoño de un lejano 2010.